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Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. 2 Timoteo. 1:6

Una recomendación, que se origina a causa de las circunstancias que rodearon la vida del joven Timoteo; es posible que las noticias que circulaban acerca de su amado apóstol, la presión del medio ambiente, la persecución, la intimidación del enemigo podrían ejercer sobre el una presión que tenían como fin desanimarlo. ¿Acaso no ha sucedido o sucede con nosotros? Nos desalentamos, dejamos de hacer aquello que realmente es importante, como buscar el rostro del Señor en oración, dejamos de leer las escrituras, abandonamos el altar, la alabanza y la adoración. ¡Aviva el fuego! No dejes que que la llama de la pasión por la presencia del Señor se apague, Dios te ha llamado y te dio dones, el encendió el fuego en tu corazón por medio de su Espíritu. ¡Aviva! Como dice en Su palabra “No apaguéis al Espíritu.” 1 Tes. 5:19. Despierta el entusiasmo, el gozo de la salvación, vuelve a considerar el valor de la obra de Jesús en la cruz.

Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana, y acomodará el holocausto sobre él, y quemará sobre él las grosuras de los sacrificios de paz. El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará. Levítico 6:12-13.

En este pasaje leemos una recomendación similar. Los sacerdotes no debían dejar apagar el fuego, cada día debían traer leña, el fuego encendido en el altar no se debía apagar, aquello era literal, la ofrenda tenía que ser quemada. Nuestras vidas están implicadas en la leña, en el fuego y en la ofrenda. ¡Aviva! No desistas, Él no desiste, quizás digas “me cuesta, no puedo” o “¿cómo lo hago?”, quizás digas “ya es muy tarde” ¡NO!, Dios te ha dado un Espíritu de poder, de amor y de dominio propio 2 Tim. 1:7. Al orar, declara por fe que el fuego no se apagará .

¡Que tengas un día bendecido!