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En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. Juan 7:37.

El agua es considerada vital para la vida y nuestro organismo la requiere cada vez que tenemos sed; alguien dijo: debemos oír a nuestro cuerpo, el te dirá cuando tiene sed, cuando el cuerpo está sano, el cerebro detecta el momento en que el cuerpo se deshidrata, activa la sed y nos estimula a beber.

Hay similitud con la vida espiritual. Si somos sensibles a la voz del Señor, cuando sentimos la sed en nuestro interior, sabemos que debemos ir a la fuente de vida; ¡Jesús! Solo Él puede apagar la sed interior. Él declaró “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba, y experimentará un renuevo en su interior por medio del Espíritu Santo y su Palabra.” Juan 7:37-38.

Un ejemplo en el libro de los Salmos (Salmos 42). Los hijos de Coré ponen de manifiesto su sed de ver a Dios y la necesidad de un encuentro con Él, en medio de gran angustia, abatimiento, llenos de ansiedad, y con profunda insatisfacción, soledad, opresión; ellos levantaron un clamor a Dios “Mi alma tiene sed de Dios, sed del Dios vivo” Salmos 42:2. Ellos sabían que la única manera de saciar esa sed era correr a la presencia del Dios vivo y experimentar un encuentro con Dios. Al final del Salmo nos damos cuenta que ellos sabían donde estaba la respuesta, y tratan de hacer callar la voz del alma diciendo “¿Por qué te abates?¿Por qué te turbas? Confía, espera en Él porque aún he de alabarle” (Salmos 42:5). Él es nuestra salida, nuestra salvación, liberación, Él es mi Dios y nosotros decimos nuestro Dios y Padre. Corramos a su Presencia, allí nos hablará, sus palabras serán como aguas al alma sedienta, y su Espíritu traerá profunda satisfacción y llenará cada lugar vacío, nos hará contemplar a Jesús. Sólo Él puede calmar nuestra sed.

¡Que tengas un día bendecido!

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