“¡Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.” Salmos 103:1-2.
David, conocido como el dulce cantor de Israel, expresa desde lo más profundo de su corazón la necesidad de hacer reconocimiento a Dios, como la fuente de toda provisión en su vida. Dos veces menciona la frase “¡Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.”.
El alma es el asiento de las emociones que se expresan a través de palabras, o a veces en el cuerpo como respuesta emocional; levantando las manos, al arrodillarnos y postrarnos a Él o ejecutando instrumentos. David no solo bendice con el alma, el declara “¡y bendiga todo mi ser su santo nombre!”. Cuando la comunión se establece en el Espíritu, hay un fluir de palabras que, como frutos de labios, expresan su amor, su fidelidad, su grandeza y su poder. Bendecir es hacer reconocimientos, hablar bien de, expresar gratitud. Al bendecir reconocemos que todas nuestras fuentes están en Él. Hoy más que ayer, en Cristo Jesús, hay perdón, hay sanidad, hay liberación, gracia, compasión, suficiencia, renovación, vida. Es por eso que el salmista se declaró a sí mismo “¡No olvides sus beneficios!” ¡NINGUNO!. Descubrimos sus beneficios contenidos en Jesús por fe, y lo disfrutamos por gracia, porque nos bendijo, en Cristo (Efesios 1:3). Todos los beneficios y favor del padre para y hacia nosotros están en Él. No nos olvidemos de donde Él nos sacó, sin importar nuestra condición o estado, nos dio vida.
Considera estas palabras finales “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos.” (Deuteronomio 4:9). Nunca te olvides lo que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón, todos los días de tu vida ¡La tierra está llena de sus beneficios! (Salmos 104:24).
¡Dios te bendiga!