“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16.
La expresión de tal manera, nos muestra su amor ilimitado, incomparable, sobre todo incomprensible, que excede o va más allá de nuestra capacidad de entender. Pablo oró ¡que seamos capaces de comprender! con todos los hijos e hijas de Dios las dimensiones de su amor, amor que alcanzó su clímax en la cruz; su anchura, longitud, profundidad y altura, fue en la cruz donde la anchura de su amor se manifestó cuando sus brazos fueron extendidos, y se abrieron para recibir, aceptar, y abrazar sin acepción de personas, a todo aquel que cree, cuesta entender, cuesta creer sobre todo porque sabemos que no lo merecíamos. Oseas, llamado el profeta del amor, escribió en su profecía (y esto, a pesar de la infidelidad y rebelión del pueblo de Israel) Oseas 14:4 “Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos”; hoy nosotros, por la gracia de Dios sin merecerlo, podemos disfrutar de tan grande amor ¡ahora!. En la longitud de su amor, vemos la impartición y alcance de su amor, que no deja de ser, en la profundidad de su amor fue capaz de condescender y sanar al herido, suplir toda carencia, y en la altura de su amor unir cielo y tierra; el apóstol Pablo declaró y todo esto proviene de Dios, en la cruz Jesús amó al padre, nos amó a nosotros, fue en la cruz que se cumplió aquella palabra del Salmos 85:10 “La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz y se besaron.” ¡El padre y el hijo! antes de poder satisfacer nuestra necesidad de ser amados, Jesús satisfizo el corazón del padre; el amor de Dios como una fuente desbordó y fluye inagotable, amor que perdona, acepta, favorece, sorprende, une, valora, apoya, sana, levanta; no dejes que nada ni nadie te prive de experimentarlo.
¡Dios te bendiga!
