“Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.” 2 Corintios 4:16.
Al pasar los años nos hemos dado cuenta que el paso del tiempo deja sus huellas en nuestras vidas; lo vemos en la textura del rostro, al aparecer las arrugar, el cabello se torna blanco o con canas, en otros se cae, y descubrimos ciertas limitaciones físicas: la vista, el oído, el andar se vuelve lento. La realidad es que nuestro hombre exterior se va desgastando, pero ninguna limitación física nos impedirá disfrutar el hecho de que al ir a su presencia, al acercarnos a Dios, nuestro ser interior se renueva de día en día, con su palabra, la oración, la alabanza, la adoración, la meditación. Cuando la revelación toma lugar y nuestra mirada se enfoca en Jesús es allí donde descubrimos que la fuente de toda bendición y renuevo están en ÉL.
El Salmos 103:1-5 nos habla de sus beneficios que no son pocos: el perdón, la sanidad del dolor, su favor que nos envuelve, pero sobre todo que con su palabra sacia de bien nuestra boca, de modo que podemos rejuvenecer. Esto ocurre de día en día al entrar a la sala de toda provisión y belleza del cielo; los cambios son A SU IMAGEN, ¿cómo no bendecir a Dios? Efesios 1:3; hay cambios que son inevitables naturalmente, pero nos levantamos en fe, la fe revitaliza, renueva fuerzas y visión. Consejo 2 Corintios 4:18: no miremos las cosas que se ven (apariencia externa) sino las que no se ven, que son eternas. Por lo tanto, no desmayemos.