“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” Romanos 12:1.
Alabanza y adoración comparadas
La alabanza es expresión de gratitud y reconocimiento por lo que Él hace, Salmos 139:1-14. Es hablar bien de sus maravillas. Es halagar y alabar de forma exagerada. Es encomiar: alabar con dedicación. Es felicitar: expresar satisfacción. Y es aplaudir: reconocimiento, exaltación y aprobación. Es elogiar: declarar sus cualidades con admiración. Es exaltar: honrar desmedidamente, dar gran valor, conceder grandeza.
La adoración, Salmos 95:1-7. Es un desbordar de pasión y amor, es derramar el corazón en respuesta al suyo. Es expresar reverencia: admiración y respeto. Es tener un sentimiento de admiración. Es inclinarnos ante Él, objeto de nuestra adoración. Sentir atracción, rendirnos a Él. Es estimar su valor por quien es Él, no por lo que nos da. Es dar lugar a la comunión más íntima.
La adoración es la forma más alta de Alabanza, y es una actitud del corazón. Disposición, entrega, es concentración reverente en el creador, contemplación, selah. Es un comienzo de contemplación interior, del corazón: es búsqueda; Salmos 27:4. Es una meditación profunda acerca de la grandeza y la dignidad de Dios: Salmos 145:3-5. Este es el día que ha hecho el Señor, ¡celebremos su presencia! démosle a Él toda gloria, sobre todo que haya en nuestro corazón un profundo reconocimiento y gratitud por la magnifica obra de la cruz y levantemos en alto el nombre de Jesús. Fijando nuestra mirada en Él, autor y consumador de nuestra fe.
¡Dios te bendiga!